El fermento natural, que se puede hacer en casa en menos de una semana, se puede convertir en el mejor amigo de un panadero casero (yo me estoy planteando el ponerle nombre a esa amiga que me acompaña ya desde hace más de un año en mi nevera), aunque no vamos a negar que los principios no son fáciles en la relación con este (en realidad son un montón de bichitos los que viven en ese bote que ya es parte de mi cocina) nuevo amigo.
Mi experiencia personal con la masa madre tuvo unos inicios un poco complicados, tiré más de una porque no tuve la paciencia para hacer un pan en condiciones, pero cuando por fin conseguí la combinación perfecta, casi como una fórmula química, en la que influyen los ingredientes, pero también el tiempo y la temperatura, por fin hice el pan de mis sueños, con un sabor ideal, lleno de alveolos y con una duración mucho mayor que la del pan realizado con levadura.
Hacer masa madre no es nada complicado, no tiene más que agua y harina a partes iguales, que se va dejando reposar y volviendo a alimentar con la misma cantidad de agua y harina durante 4 ó 5 días, hasta que las bacterias que se desarrollan tienen fuerza suficiente para levantar una masa de pan que, normalmente, las duplicará o triplicará en tamaño.
Gracias a este “experimento”, el pan saldrá elástico, sabroso y saludable, mantendrá su frescura hasta tres veces más y aunque el tiempo de levado es más largo, también es más flexible que para la levadura.